lunes, 2 de mayo de 2016

Un buen Discurso… una buena presentación.

¡De la mente a la realidad!


Quizás sea una idea, una propuesta, un sueño que deseamos vender, o la ponencia cotidiana de alguna conferencia. Antes de enfocarnos en la alocución es conveniente establecer de forma clara:
•           ¿Cuál es el propósito del evento?
•           ¿Qué objetivos perseguimos con nuestra participación?
•           ¿Qué resultados esperamos obtener?
•           ¿Qué impacto o mensaje deseamos dejar en la audiencia?

¿Cómo tiene que ser un objetivo?

Claro y concreto; expresado en términos que permitan una sola interpretación.
Medible; formulado de manera que su resultado sea medible en la realidad, de forma precisa.
Observable; que su contenido se refiera a cosas reales, concretas y que puedan ser observadas.

Contar con objetivos claros le permite al orador concentrarse en el ámbito propicio para entregar su mensaje. Así, una vez terminada la charla podrá monitorear y medir su incidencia. De igual forma, debemos definir el propósito de la charla para establecer tanto la estrategia como las argumentaciones que en su preparación vamos a emplear: una charla puede ser para informar, persuadir, motivar, vender, enseñar, educar, etc. y en función de cada una de estas intenciones debemos preparar su contenido.

Planifique su exposición cuidadosamente alrededor de un mensaje básico y tenga en mente ¿cuál es el propósito de su exposición? El primer planteamiento que debe contemplar a la hora de iniciar un proceso de comunicación es determinar el objetivo que persigue, porque éste será el referente a la hora de construir el mensaje (qué va a decir y cómo), por lo tanto, deberá definir cuál es su propósito.
La mayoría de las exposiciones tienen uno de los siguientes objetivos:
▪ Informar
▪ Persuadir
▪ Entretener

Analice su propósito, cuál es su objetivo principal:
¿Lo que desea es informar? Informar es un acto tanto de dar a conocer, de explicar, como de informarse a sí mismo. Tienda a enfocar el conocimiento sobre lo desconocido y reducir la incertidumbre, así como de comunicar conocimientos que permitan ampliar y precisar lo que ya se conoce sobre cierta materia y, concretamente, sobre hechos que se producen día a día en nuestro contexto respecto a las actividades humanas y que son de interés para el público. Se trata de presentar el tema de forma clara y concreta. Si lo que quiere convencer, deberá resaltar los beneficios que su argumento tiene para su interlocutor.

¿Lo que pretende es persuadir? La persuasión es mover a la acción o motivar a un cambio de actitud, inducir, modificar, mover con razones a creer o hacer una cosa, cambiando los criterios contrarios del interlocutor; es el objetivo básico y razón de la educación, la publicidad, la propaganda y las relaciones públicas. Para promover a la acción o a un cambio de actitud, debe obtenerse el compromiso del participante al final del proceso mediante un plan de acción.
¿Lo que quiere es entretener? Necesitará recrear el ánimo de la audiencia para comunicar su mensaje de manera divertida, chistosa, con ingenio y humor.

Por supuesto, tenemos que contemplar en todo momento:
¿Quién recibirá el discurso?
¿Quién nos escucha?
El conocimiento de la audiencia nos permitirá, además de integrarnos a ella, conocer su nivel de información y las nociones que tiene con respecto al tema que vamos a tratar.
Aspectos tales como:
•           ¿Cuánto saben o creen saber mis oyentes sobre el tema?
•           ¿Qué buscan en mi presentación?
•           ¿Cuáles son sus expectativas?
•           ¿Cuáles son los beneficios de escucharme?

No se deben confundir los objetivos con las expectativas de la audiencia. Si nos enfrentamos a una audiencia indispuesta a escucharnos, deberemos explicarle, desde el inicio de la charla, cuáles son las ventajas o beneficios que pueden obtener escuchando lo que vamos a decir.

Todas y cada una de las preguntas anteriores son fundamentales para encauzar nuestro discurso en profundidad, forma de expresión, ámbito, terminología, etc. Si el nivel de la audiencia es dispar, lo mejor es comenzar con una información básica lo suficientemente clara como para que todos puedan comprender lo que se les va a contar a continuación.
Hemos de tener cuidado para no molestar, menospreciar o perturbar a la audiencia más entendida, para lo que podremos emplear frases tales como “Como Ustedes conocen...”, “”permítanme recordarles...”, “supongo que ya saben...”, “como recordarán…”, etc. Evitando, por todos los medios, frases como “en atención a los que no saben...”, “para aquéllos quienes no conocen bien el tema...”.

Planificando la charla.
Al momento de elaborar su discurso, es bueno tomar unas hojas en blanco para hacer un mapa con las ideas principales. Parecido a un cuadro sinóptico, vamos colocando las ideas, una tras otra, primero las generales, luego incluiremos las de segundo orden ubicándolas dentro de cada idea principal y así sucesivamente, para posteriormente desarrollarlas al organizar el discurso. Este es el momento de valorar las ideas, potenciar algunas y despreciar otras.

No debemos intentar decirlo todo de una vez. Hay que cuidar la densidad del discurso. Si la charla contiene demasiados puntos interesantes, la audiencia se olvidará de muchos de ellos. La intervención será más eficaz si seleccionamos un par de puntos fuertes y los desarrollamos de forma adecuada, con pruebas que avalen las ideas, aclaraciones de todo lo que creamos necesario, recapitulaciones frecuentes y un resumen final de lo expuesto.

Pocas veces un buen discurso es fruto de una improvisación “totalmente imprevista”. Lo normal es que las improvisaciones resulten buenas en la medida que el orador tenga, ya sea, talento, experiencia, conocimiento y por supuesto… carisma (innato o desarrollado), lo que resultará en una “improvisación planificada”. Cuanto más cosas importantes tengamos que decir y menos tiempo tengamos para hacerlo, se hará más necesario preparar a conciencia el discurso.

Enfoque del discurso.

Los siguientes enfoques le facilitan al orador un esquema mental fácil de seguir a la hora de presentar su mensaje. Son producto de la experiencia y uso común de la oratoria en innumerables expertos de la palabra alrededor del mundo:

Inductivo: consiste en elaborar una alocución partiendo de lo particular hasta arribar a lo general; del conocimiento de hechos particulares o segmentados hacia el conocimiento de la regla general. Por ejemplo, si quiero hablar de “El cultivo de naranjas” (lo general), debo iniciar mi discurso hablando de la fruta “naranja” (lo especifico), para de ahí extenderme hasta el árbol, la siembra, el cuidado, el abono, etc., hasta llegar al cultivo. Es como ir armando un rompecabezas, partimos de una pieza y vamos entregando la formación del cuadro total.

Deductivo: el orador empieza por el aspecto general de las cosas para llegar a lo particular; o también, de los planteamientos y leyes generales hasta los planteamientos y leyes específicas. Utilizamos este método cuando, por ejemplo, hablamos del cultivo de naranjas (general), para luego llegar a la fruta “naranja” (específico). Se inicia un discurso sobre un planteamiento que ya conocíamos para arribar a conclusiones específicas que quizás desconocíamos. Como en la visión sistémica, mostramos la visión de todo el bosque y poco a poco vamos cerrando el enfoque hasta llegar a lo detallado, aquel árbol, con su individualidad y características antes no contempladas.

Analogías: La analogía es una herramienta intelectual ampliamente utilizada en los procesos de enseñanza aprendizaje. Su potencialidad estriba en la capacidad que tiene para poner en relación conocimientos adquiridos anteriormente (lo análogo) de los nuevos conocimientos que se quieren integrar. Es el razonamiento basado en la existencia de atributos semejantes en seres o cosas diferentes. Con este método ayudamos al público a realizar el siguiente razonamiento; “si dos fenómenos son similares, en uno o más sentidos, factiblemente serán similares también en otros sentidos”. Si quiero hablar de “la vida humana” puedo hablar, por analogía, de “la vida de una flor”, compararla y explicar sus coincidencias, para hacer más didáctica y amena mi disertación.

Título del discurso.

¿Cuántas veces no se ha detenido ante un titular de la prensa o el de una revista, cuya forma de enlace en las palabras ha llamado su atención o impresionado el subconsciente?
El título del discurso es algo que no debemos dejar al azar ni a la buena voluntad de los organizadores del evento. Inclusive, es la apertura hacia nuestra audiencia y en muchas ocasiones es la única información que con antelación a la charla van a recibir los asistentes.
Buscaremos un título de acuerdo con la audiencia a la que va dirigida la charla. Corto, concreto y explícito.
Debemos huir de los títulos tópicos que den la impresión que lo que se les va a contar ya lo conocen, pero también de los que resulten excesivamente innovadores, enrevesados y difíciles de entender y, por supuesto, los vagos e inconcretos.
Buscaremos un título de acuerdo con la audiencia a la que va dirigido, lo más corto posible, pero lo suficientemente concreto y explícito para que dé una idea de lo que se persigue con la charla. En la actualidad están de moda aquellos títulos que resumen o incluyen el objetivo o la finalidad principal de la charla o la intención final de ésta. Frases como: Sea millonario, cómo triunfar en la vida, aproveche las oportunidades de... son muy corrientes. Sin embargo, en el ámbito académico se busca más un título que tenga carácter de enunciado y que permita un desarrollo concreto y pormenorizado posterior. De nuevo las características de la audiencia a la que nos dirigimos nos van a marcar la pauta en este sentido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario