miércoles, 26 de noviembre de 2014

¿Cómo defender tu idea en una reunión y no morir en el intento?


En consultoría solemos concebir ideas que tenemos que compartir con nuestra gente de confianza antes de ir a la calle. Son el paso previo a la presentación que haremos ante el cliente y donde descartaremos o elegiremos las que saldrán del horno creativo a su mesa. Por mi trayectoria, me ha tocado estar del lado de los que las exponen (con gran terror en algunas ocasiones) y del lado de quienes las escuchan (con gran aburrimiento o entusiasmo, según el caso).

Al final, no dejan de ser “micro presentaciones” donde tenemos que tener los sentidos en alerta, un despliegue de control emocional y una buena base que nos respalde.

Cuando tenemos que resultar creíbles y convertirnos en excelentes vendedores de nuestras iniciativas, no es bueno empezar con un… “bueno, es una tontería que se me ha ocurrido” o “No creo que sea muy buena idea, pero se las cuento”. Al contrario… Hay que ir con muchas ganas y entusiasmo, hay que estar convencido de sus pro y sus contras, es necesario que determines que preguntas hostiles te pueden hacer al respecto y buscar las respuestas apropiadas para que tengas un buen soporte a utilizar en tu exposición. Debes visualizar el entendimiento y la comprensión de tus ideas, afinar el vocablo para evitar las malas interpretaciones y por sobre todo cuidar en gran detalle tu lenguaje corporal ante las respuestas y observaciones de quienes te escuchan. Recuerda que todo lo nuevo causa incertidumbre y es difícil entender algo cuando es tan solo un pensamiento.

Hay gente dispuesta a matar tus ideas…

Una vez que hemos aprendido a no cavar nuestra propia tumba (al exponer nuestra idea), la hemos contado con entusiasmo y vemos sonrisas en las caras de la mayor parte de nuestra audiencia, al mirar alrededor descubrimos una cara que no está tan radiante. Te mira arrugando la nariz como si oliera basura que lleva tres días olvidada en la cocina y ves cómo afila su sable mental. Aquí vamos, es ahora cuando sabrás si de verdad te preparaste para combatir al asesino de tus ideas.

Fauna asesina…

El caso es que no hay un único tipo, así que antes de pasar al contraataque conviene reconocer algunos “clásicos”:

1.- El aterrado
Perfil: Va de “connoiseur”, pero en el fondo tiene miedo de lo nuevo. Intentará abrumarte con su experiencia, pero no te dejes intimidar.
Su frase: Nunca te van a comprar algo así.
Posible Respuesta: Tal vez… y también puede que nunca hayan visto algo así. ¿Qué tiene de malo darle una oportunidad? Si no, podemos volver a lo de siempre.

2 Mr. Serio
Perfil: No tiene sentido del humor, ni falta que le hace.
Su frase: Es una idea absurda.
Posible Respuesta: Así les dijeron a muchos inventores en el pasado y si hubieran hecho caso, el mundo no sería lo que es en la actualidad. Así que lo absurdo puede funcionar.

3 Capitán Bajón
Perfil: Da igual lo que lleves. Siempre le parecerá poca cosa.
Su frase: Eso se le puede haber ocurrido a cualquiera.
Posible Respuesta: Exacto. Pero se nos ha ocurrido a nosotros primero, ¿por qué no aprovecharlo?

4 El Elusivo
Perfil: Nunca te dirá abiertamente que no le interesa, buscará subterfugios para quedar bien y distraer el tiempo. Experto escaqueador.
Su frase: No está mal. Démosle una vuelta y volvamos a ella más adelante.
Posible Respuesta: Me parece genial, ¿cuándo lo agendamos?
Hazte su amigo y utiliza a tu público.

No están todos los que son, pero sí los más destacados asesinos de ideas. Y como tarde o temprano te tocará enfrentarte a ellos, te conviene estar preparado. En cualquier caso, ten en cuenta que la intención de los saboteadores no siempre es hacer daño. A veces, es simplemente su personalidad. Recuerda que es muy fácil criticar, lo difícil es crear. Estos individuos, la mayoría de las veces, esconden una crítica que puede mostrar  un punto frágil de la idea, el cual conviene revisar. Y si ves que el “asesino” no es abiertamente hostil, busca su colaboración para mejorar la idea. Puedes tú mismo nombrar el punto débil y el fuerte de tu iniciativa para que te ayude a construir una mejor propuesta. También debes buscar el apoyo de los asistentes a la reunión quienes hayas visto más entusiasmados con tu exposición.

Una vez identificados y desarmados, los asesinos de ideas perderán fuerza en la reunión, aunque en la siguiente volverán a la carga; por eso debemos ir siempre bien preparados, tanto para contar nuestra idea, como para aceptar críticas y responderlas con la mayor entereza y destreza de un audaz inventor y gran generador de nuevas iniciativas.
Continua el camino del ingenio, tu puedes lograrlo!

O.A.

jueves, 13 de noviembre de 2014


Nerviosismo antes de hablar en público.


A todos nos preocupa aparecer ante un público y cometer errores. Antes de nuestra presentación la mente, traviesa como es, suele preferir imaginar todo aquello que podría salir mal en lugar de lo que podría salir bien. Eso nos pone nerviosos, como es lógico. Cualquiera que esté interesado en aprender a descubrir estas trampas de la imaginación y a eludirlas puede encontrar las claves que necesita en libros o en nuestros cursos sobre  Arte y Ciencia de Hablar en Público. La información está ahí, al alcance de todos.

¿Es malo estar nervioso antes de hablar en público?

Los participantes, quienes asisten a los talleres que imparto, me plantean con frecuencia preguntas como “¿es malo estar nervioso antes de hablar en público?” o “¿alguna vez me desaparecerán estos nervios?” o tal vez: ¿cómo hago para eliminar estos nervios inútiles? Es natural desear sentir una confianza inquebrantable en uno mismo justo antes de hablar en público, pero eso que llamamos veteranía es algo que se adquiere con la práctica y con el paso del tiempo. No se me ocurre otro camino. Sin embargo, debemos aclarar, la sensación del nerviosismo, eso que te hace temblar las piernas, sentir mariposas en el estómago o impedirte hablar los primeros segundos al enfrentar una audiencia, eso, es algo natural y positivo dependiendo del cristal con que lo mires. Es una cuestión de ¡actitud!

Martin Evans era un gran presentador de nuestro equipo corporativo, era el encargado de entretener al respetable público mientras los ponentes principales  se preparaban detrás del telón. Con su verbo fácil y mordaz, este profesional y buen orador, conseguía hacernos reír a todos con su particular visión de las cuestiones de actualidad.  Por ser su amigo y compañero de equipo, a menudo charlaba con él antes de que saliera al escenario. En una ocasión le pregunté: “Oye, Martin, con tantos años que llevas representando tus monólogos ante tantos públicos alrededor del mundo, ya no te pondrás nervioso, ¿verdad?”. Todavía recuerdo lo que me respondió: “Siempre estoy un poco nervioso, pero no son nervios de miedo o inseguridad, claro. Son los nervios de querer hacerlo bien. El día en que no los sienta justo antes de salir a escena, me preocuparé, porque querrá decir que lo que hago habrá dejado de importarme”.

¿Qué quiero que recuerdes con este relato?


El estrés o nerviosismo provocado por tu alocución debes tomarlo como algo positivo… No pasa nada por estar nervioso. Es natural. Pero aprende a distinguir: ¿a qué se deben esos nervios? ¿Quizás no te has preparado lo suficiente y lo sabes? ¿O son los nervios de querer hacerlo bien? La mejor técnica para que desaparezca el miedo y la inseguridad es preparar y ensayar tu presentación a conciencia. Después de eso, no luches por aplacar los nervios de querer hacerlo bien, de dar lo mejor de ti mismo. Al contrario, acepta su invitación y entrégate por completo. Visualízate como triunfador, respira profundo y recuerda mantener buen contacto visual con toda tu audiencia mientras fluyen tus ideas y derrochas sabiduría en tus palabras bien pronunciadas. Tu público notará el entusiasmo y la seguridad de tu exposición. 
El éxito está contigo.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Técnica de Preguntas y Respuestas en la Oratoria



Estás en la mitad de tu ponencia y tienes la total atención de tu audiencia. ¡Enhorabuena! Aunque esta ventaja implica el costo de mantenerla, lo cual no siempre es tarea sencilla. Una de las fórmulas que mejor funcionan consiste en realizar preguntas directas al público asistente. Estas cuestiones procuran que la audiencia pueda resetear su atención y les orienta sobre el punto de la charla en el que se encuentran.

Pero, ¿qué sucede cuando es la audiencia quien pregunta al ponente?
Para resolver de la forma más eficiente posible esta situación revisa este decálogo de recomendaciones:

1.- Responde cuando sea preciso.
Mantenemos que las necesidades de la audiencia son prioritarias frente a las del ponente pero, si una persona del público interrumpe una explicación esencial para entender el contenido de la misma, te recomendamos que la contengas pidiendo permiso al interlocutor para hacerlo, y finalices tu punto de la exposición. Posiblemente la respuesta estuviera recogida en el mismo y el hilo de la ponencia permanecerá intacto para el resto de los asistentes. Si no fuera así, simplemente recupera la pregunta, agradécela, y resuélvela en el momento más adecuado.

2.- Repite la pregunta.
Gracias a ello toda la audiencia sabrá ahora, por si no lo hubieran oído o entendido, qué se va a comentar a continuación. Esta repetición también conlleva una ventaja para el orador, quien contará con más tiempo para estructurar la respuesta.

3.- Sé breve.
No te aconsejamos romper el ritmo de la presentación con respuestas demasiado largas. Es importante ser breve ofreciendo, eso sí, una respuesta completa.

4.- Responde a la pregunta siempre y cuando la pregunta tenga relación con la presentación.
Aunque es necesario responder a todas las cuestiones puede que alguna no tenga nada que ver con la ponencia. En este caso es conveniente clarificar el objetivo de la misma y desplazar la respuesta a un entorno informal fuera de la sala.

5.- Si no sabes la respuesta, responde igualmente.
Responde con honestidad si no conoces la respuesta con un: “Sinceramente necesito conocer más sobre este aspecto, permítame y lo averiguaré” y hazlo en cuanto tengas oportunidad.

6.- De nuevo el momento más oportuno.
Si la pregunta guarda relación con algo que está previsto aparecer más adelante en la presentación aplaza tu respuesta explicando que será respondida en los siguientes apartados.

7.- Distánciate del interlocutor.
Un error básico a la hora de responder consultas de la audiencia es acercarse mucho a la persona que la formula dejando de lado el 99% de los asistentes. Para incluir a toda la sala en la respuesta es mejor hacerlo desde el punto opuesto al que se encuentre el interlocutor y, en la medida de lo posible, tratar de responder mirando a toda la sala. El contacto visual es muy importante, finalizando en los ojos de quien pregunto.

8.- Si la pregunta es eterna…
Ninguna pregunta debería superar el minuto o minuto y medio como máximo. Si percibes que se extiende demasiado procura interrumpirla de la forma más cordial. Puedes comentar algo como: Disculpe, me he perdido, ¿me podría decir cuál es la pregunta?

9.- Si el interlocutor es un orador frustrado…
Si intuyes que la persona que realiza la pregunta sólo busca ser reconocido en el grupo, agradécele su intervención aun no estando de acuerdo. Explica tu punto de vista y lo mucho que difieren, pero concédele el reconocimiento de haber realizado la cuestión y sigue con tu charla.

10.- Si quieres que pregunten, ayúdales.
Si llega el turno de preguntas y desde la audiencia no llega ninguna, puedes facilitarles la labor teniendo tú mismo preguntas preparadas. Por ejemplo puedes decir: “… lo que me han preguntado hoy al llegar ha sido …” o “… lo que suelen preguntarme es…”. Cuando te hayas respondido a ti mismo puedes consultar si hay más preguntas. Será más sencillo para la audiencia participar entonces.

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