lunes, 24 de septiembre de 2012


  ...Qué dirán!
Una de las variables sociales que afecta nuestra conducta es el miedo al qué dirán, una especie de rostro de mil caras, con cientos de ojos vigilantes que pueden impedirnos crecer y expresarnos libremente. Ser esclavo de la opinión ajena, es una opción, y la otra, es liberarse de su yugo.
En el lapso de la vida, cada persona toma millones de decisiones, muchas de las cuales pueden desagradar a quienes les rodean. Esto hace necesario aprender a resistir o sobrellevar las opiniones de otros sobre nuestra vida.
Aunque es algo relativamente normal opinar sobre la vida ajena, existen personas cuya diversión principal parece ser juzgar el comportamiento de los demás. A quienes integran este grupo, el escritor Robert Ringer los ha catalogado como los "moralistas absolutos", y afirma que de ellos, hay que defenderse.
El moralista absoluto es una fábrica de críticas, alguien quien invierte gran cantidad de tiempo y energía diaria en intervenir en la dinámica de vida de sus semejantes con la idea de que puede o debe mejorarla. Incluso a espaldas de estos. Por lo regular, hasta le pone sobrenombres a las víctimas de sus destructivos comentarios. Lamentablemente, su iniciativa suele resultar muy venenosa, vertical, reduccionista y exageradamente moralista, juzgando y sentenciando a los demás desconociendo las realidades que les rodean.
Este perfil de crítico de calle, puede reconocerse por su interés en la vida ajena, por la astucia con la que protege su información privada, haciendo de ella todo un misterio, mientras busca conocer los detalles de la vida de quienes le rodean. Su arma es la crítica, pero al ser detectado, justifica su compulsión crítica con argumentos “racionales”. Tiene habilidades para mostrarse necesario y persuasivo, y muchos caen en su trampa, sin comprender que no tienen interés de ayudar, sino de destacar a través de la crítica perenne las supuestas debilidades o errores de aquellos a quienes eligieron como blanco de sus comentarios.
Este tipo de personas pueden anularse evitando hablarles, negándonos a darles nuestra información y en última instancia, pero no la más deseable, confrontándolos. Con ellos, conviene ser cautelosos y prudentes, no contar errores, travesuras, fracasos o proyectos, pues en seguida se lanzarán a dar opiniones no solicitadas.
También para reducir el temor al qué dirán, usted puede tomar la decisión de adaptarse, de actuar tal y como se espera que usted lo haga, pero debe estar consciente de que esta estrategia puede restarle autenticidad, congruencia y felicidad. Adaptarse, generalmente es una decisión inteligente, que nos permite conocer las variables reinantes en cada contexto y seleccionar las respuestas adecuadas, pero debe ser transitorio y circunstancial, para no vivir falsamente y en consecuencia "morir por dentro". Muchos intentos he realizado a través de los años y la experiencia ha sido poco alentadora, por ello, tenga mucho cuidado al adaptarse. Utilice la Inteligencia Emocional y el control mental.  El principal esfuerzo ha de convertirse en una maestría del ser interior.
Las personas demasiado sensibles a la opinión pública, se ven limitados de desplegar su potencial y de tener actividades que expongan sus errores o defectos. Olvidamos que siempre seremos objeto de comentarios y críticas sin importar que tan bien hagamos las cosas. Recordemos que la percepción de cada ser humano tiene más que ver con su historia de vida que los eventos que percibe. Cada uno de nosotros vive en un mundo virtual, su mundo, la forma como ve las cosas.
Para ir más allá del qué dirán, necesitamos madurar, descubrir lo que somos y vivir de acuerdo a ello, sabiendo que las personas temen a lo que es diferente y tienden con frecuencia a criticarlo. Aun así, debemos buscar y encontrar nuestro propio camino, nuestra luz personal e interior. No en vano la naturaleza hizo a cada ser distinto y nos dio, además, el poder de elegir.
Es natural que las personas hablemos de otros, y muchos de esos comentarios resultan de utilidad, pues nos brindan ángulos y perspectivas de las que carecíamos. Pero al final del camino, en la soledad del individuo, cada uno debe seguir decidiendo a pesar del qué dirán.
Si no podemos evitar los comentarios, aprendamos de ellos y tengamos la tolerancia de comprender a los demás. Es imposible complacerlos a todos, pero sí podemos demostrar inteligencia y amor como reacción ante lo que está fuera de nuestro control.   

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