viernes, 20 de septiembre de 2013

Percepción o Realidad

Hace algunos años recibí la recomendación sobre un libro… mis amigos decían que después de la Biblia ése era el libro que más los había marcado. El texto favorito de todos los CEO de nuestros clientes. En ese libro estaban los secretos que los ayudaban a sobresalir en el mundo de los negocios. Yo pensaba que al leerlo podría aprender a ser como ellos, o al menos saber algunas de las cosas que ellos sabían.

Compré el libro y lo sostuve admirando su portada, no como a un texto cualquiera. Sin haberlo abierto y sin haber leído una sola página, ya lo consideraba un tesoro. Era todo mío.

Esa noche cuando estuve a solas, lo tomé y me dispuse a iniciar su lectura. Confieso que aún recuerdo la emoción. A la mente venía la expresión de mis amigos: “después de la Biblia era su libro preferido”. Con una recomendación como esa, viniendo de las personas que más influían en mi vida, no podía sino reverenciar ese momento tan privilegiado. Con una calma ceremoniosa, inicio la lectura del libro…

¡Qué decepción!… por minutos leía y leía, y no entendía nada, era un libro muy raro, usaba términos de la India, religiosos, místicos. Se refería a lugares y personas que yo no conocía. Lograba darme cuenta que hablaba de asuntos relativos al desarrollo humano inspirados en la vida de un señor muy famoso y, quien escribía el libro era uno de sus discípulos. En síntesis yo estaba desconcertado.

Lo primero que me vino a la mente fue que era una broma de los gerentes de mi empresa. Estaban jugando conmigo para ver mi reacción. Si al día siguiente les decía que era fantástico, se darían cuenta que estaba mintiendo. Si les decía que no entendí nada del libro, podía quedar como inadecuado, ignorante, inculto. Confieso que no sabía qué hacer.

Mi conclusión fue: que ese libro era bien MALO. No pude pasar de unas 10 páginas. Lo cerré. Por varios días intenté volver a leerlo y mi sensación era la misma: Libro MALO. Esos mismos días fueron los que intenté no cruzarme con mis colegas y evité por todos los medios encontrármelos, ya que no quería hablarles sobre el libro.

Logré mi propósito: el libro quedó en el olvido. Nunca más volvimos a hablar de él, continuamos con nuestras maravillosas vidas, y el libro nunca salió a relucir. Conociéndolos, pienso que evitaron hablar de él para no comprometerme. Eso me confirmó que no fue una broma de su parte. Es más, en algunas conversaciones y charlas, hacían mención a extractos del libro. Con el tiempo pude confirmar que para ellos era un gran libro de verdad, verdad!

Repetidas veces tomé de nuevo el libro para leerlo. En cada uno de mis cumpleaños tomaba el libro y mi sensación era la misma: libro MALO. Por varios años seguí insistiendo. Lo abría y no pasaba de las mismas 10 páginas: Libro MALO. Y así quedaba en el olvido.

Pasaron 15 años, cuando en unas de mis mudanzas de regreso a Venezuela, lo tomé de nuevo. Estaba haciendo limpieza de libros y abriendo espacio para otros nuevos, cuando éste apareció. Estaba amarillento, los años le habían pasado. Le quité el polvo mientras recordaba a mis queridos amigos y colegas. Tenía años que no sabía de ellos después que me fui a vivir al exterior. Pensé que una de las maneras de honrar lo que representó el aprendizaje de aquella época, era abrir de nuevo el libro. Comencé a leerlo y quedé maravillado, no podía soltarlo. Qué libro tan BUENO. Los personajes eran interesantísimos, así como los diálogos. Dejé de hacer lo que estaba haciendo para dejarme atrapar por sus páginas. Pasaba una y otra, y no podía dejar de exclamar: Qué libro tan BUENO!

Ahora es uno de mis libros preferidos. Muchas veces recurro a él y diría que es unos de los que más veces he leído.

Entonces… es ¿realidad? O ¿percepción? ¿El libro era MALO o era BUENO?
Si era el mismo libro de hace años al que no se le ha modificado ni una sola letra, ¿cómo que ahora es bueno? Si el libro no ha cambiado ¿qué es lo que cambió?

Está claro que quien cambió fui yo. Al cambiar yo, todo cambia a mí alrededor.

Ya no me atrevo a usar los absolutismos y afirmar que algo es bueno o malo, bonito o feo, si una comida es sabrosa o mala. Ni siquiera si hace frío o calor. He aprendido que los juicios y opiniones que emito hablan de mi persona y no del objeto o situación en cuestión. El libro es el libro y será bueno o malo dependiendo del sujeto quien lo observa. A veces hace frío para mi señora esposa cuando yo estoy acalorado. Una comida que me dieron a probar hace días no me gustó, pero para los dueños de la casa es su preferida.

Usando este aprendizaje puedo andar por la vida sin hacer daño calificando a alguien de antipático o feo. Una cosa es lo que es y otro asunto es como esa cosa se relaciona conmigo y mis gustos. Percepción o Realidad... Ahora prefiero hacer referencia a mi opinión personal del momento y no hacerlas universales aplicables a todo y a todos. Puede que algo no te guste pero para otro puede ser agradable. Eso está bien, el problema es cuando trato de imponerles a otros lo que es malo o bueno. No está bien que intente hacer de mi opinión o juicio, una afirmación absoluta.

Recuerda, lo que ayer puede no haberte gustado, te puede gustar luego y no porque el objeto haya cambiado. Es que tú cambiaste. Cuidado con los juicios que le impones a los demás. Cuidado con las opiniones que te haces de los demás. Recuerda que una cosa es el objeto y otra el cómo tú lo ves.

Recuerda que los juicios hablan de ti. Si te quieres conocer mejor, observa como hablas. Así mismo, recuerda tener cuidado con lo que te dices de ti mismo.

Cada quien es un observador del mundo, diferente, desde sus vivencias, experiencias y herencias, somos diversos.


Repite conmigo… Puedo vivir con la diversidad que hay en mí y a mí alrededor. Respetando ideas y opiniones, ya que mí visión del mundo es tan sólo una realidad virtual ajustada a mis intereses más profundos (mapas mentales). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario