Percepción o Realidad
Hace algunos años recibí la
recomendación sobre un libro… mis amigos decían que después de la Biblia ése era
el libro que más los había marcado. El texto favorito de todos los CEO de
nuestros clientes. En ese libro estaban los secretos que los ayudaban a
sobresalir en el mundo de los negocios. Yo pensaba que al leerlo podría
aprender a ser como ellos, o al menos saber algunas de las cosas que ellos
sabían.
Compré el libro y lo sostuve
admirando su portada, no como a un texto cualquiera. Sin haberlo abierto y sin
haber leído una sola página, ya lo consideraba un tesoro. Era todo mío.
Esa noche cuando estuve a
solas, lo tomé y me dispuse a iniciar su lectura. Confieso que aún recuerdo la
emoción. A la mente venía la expresión de mis amigos: “después de la Biblia era
su libro preferido”. Con una recomendación como esa, viniendo de las personas
que más influían en mi vida, no podía sino reverenciar ese momento tan
privilegiado. Con una calma ceremoniosa, inicio la lectura del libro…
¡Qué decepción!… por minutos
leía y leía, y no entendía nada, era un libro muy raro, usaba términos de la
India, religiosos, místicos. Se refería a lugares y personas que yo no conocía.
Lograba darme cuenta que hablaba de asuntos relativos al desarrollo humano
inspirados en la vida de un señor muy famoso y, quien escribía el libro era uno
de sus discípulos. En síntesis yo estaba desconcertado.
Lo primero que me vino a la
mente fue que era una broma de los gerentes de mi empresa. Estaban jugando
conmigo para ver mi reacción. Si al día siguiente les decía que era fantástico,
se darían cuenta que estaba mintiendo. Si les decía que no entendí nada del
libro, podía quedar como inadecuado, ignorante, inculto. Confieso que no sabía
qué hacer.
Mi conclusión fue: que ese
libro era bien MALO. No pude pasar de unas 10 páginas. Lo cerré. Por varios
días intenté volver a leerlo y mi sensación era la misma: Libro MALO. Esos
mismos días fueron los que intenté no cruzarme con mis colegas y evité por
todos los medios encontrármelos, ya que no quería hablarles sobre el libro.
Logré mi propósito: el libro
quedó en el olvido. Nunca más volvimos a hablar de él, continuamos con nuestras
maravillosas vidas, y el libro nunca salió a relucir. Conociéndolos, pienso que
evitaron hablar de él para no comprometerme. Eso me confirmó que no fue una
broma de su parte. Es más, en algunas conversaciones y charlas, hacían mención
a extractos del libro. Con el tiempo pude confirmar que para ellos era un gran
libro de verdad, verdad!
Repetidas veces tomé de
nuevo el libro para leerlo. En cada uno de mis cumpleaños tomaba el libro y mi
sensación era la misma: libro MALO. Por varios años seguí insistiendo. Lo abría
y no pasaba de las mismas 10 páginas: Libro MALO. Y así quedaba en el olvido.
Pasaron 15 años, cuando en
unas de mis mudanzas de regreso a Venezuela, lo tomé de nuevo. Estaba haciendo
limpieza de libros y abriendo espacio para otros nuevos, cuando éste apareció.
Estaba amarillento, los años le habían pasado. Le quité el polvo mientras
recordaba a mis queridos amigos y colegas. Tenía años que no sabía de ellos después
que me fui a vivir al exterior. Pensé que una de las maneras de honrar lo que representó
el aprendizaje de aquella época, era abrir de nuevo el libro. Comencé a leerlo
y quedé maravillado, no podía soltarlo. Qué libro tan BUENO. Los personajes
eran interesantísimos, así como los diálogos. Dejé de hacer lo que estaba
haciendo para dejarme atrapar por sus páginas. Pasaba una y otra, y no podía
dejar de exclamar: Qué libro tan BUENO!
Ahora es uno de mis libros
preferidos. Muchas veces recurro a él y diría que es unos de los que más veces
he leído.
Entonces… es ¿realidad? O ¿percepción?
¿El libro era MALO o era BUENO?
Si era el mismo libro de
hace años al que no se le ha modificado ni una sola letra, ¿cómo que ahora es
bueno? Si el libro no ha cambiado ¿qué es lo que cambió?
Está claro que quien cambió fui yo. Al cambiar yo,
todo cambia a mí alrededor.
Ya no me atrevo a usar los
absolutismos y afirmar que algo es bueno o malo, bonito o feo, si una comida es
sabrosa o mala. Ni siquiera si hace frío o calor. He aprendido que los juicios
y opiniones que emito hablan de mi persona y no del objeto o situación en
cuestión. El libro es el libro y será bueno o malo dependiendo del sujeto quien
lo observa. A veces hace frío para mi señora esposa cuando yo estoy acalorado.
Una comida que me dieron a probar hace días no me gustó, pero para los dueños
de la casa es su preferida.
Usando este aprendizaje
puedo andar por la vida sin hacer daño calificando a alguien de antipático o
feo. Una cosa es lo que es y otro asunto es como esa cosa se relaciona conmigo
y mis gustos. Percepción o Realidad... Ahora prefiero hacer referencia a mi
opinión personal del momento y no hacerlas universales aplicables a todo y a todos.
Puede que algo no te guste pero para otro puede ser agradable. Eso está bien,
el problema es cuando trato de imponerles a otros lo que es malo o bueno. No
está bien que intente hacer de mi opinión o juicio, una afirmación absoluta.
Recuerda, lo que ayer puede
no haberte gustado, te puede gustar luego y no porque el objeto haya cambiado.
Es que tú cambiaste. Cuidado con los juicios que le impones a los demás.
Cuidado con las opiniones que te haces de los demás. Recuerda que una cosa es
el objeto y otra el cómo tú lo ves.
Recuerda que los juicios
hablan de ti. Si te quieres conocer mejor, observa como hablas. Así mismo,
recuerda tener cuidado con lo que te dices de ti mismo.
Cada quien es un observador
del mundo, diferente, desde sus vivencias, experiencias y herencias, somos
diversos.
Repite conmigo… Puedo vivir
con la diversidad que hay en mí y a mí alrededor. Respetando ideas y opiniones,
ya que mí visión del mundo es tan sólo una realidad virtual ajustada a mis
intereses más profundos (mapas mentales).
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