Un buen
Discurso… una buena presentación.
¡De la mente
a la realidad!
Quizás sea
una idea, una propuesta, un sueño que deseamos vender, o la ponencia cotidiana
de alguna conferencia. Antes de enfocarnos en la alocución es conveniente
establecer de forma clara:
• ¿Cuál es el propósito del evento?
• ¿Qué objetivos perseguimos con
nuestra participación?
• ¿Qué resultados esperamos obtener?
• ¿Qué impacto o mensaje deseamos dejar
en la audiencia?
¿Cómo tiene
que ser un objetivo?
Claro y concreto; expresado en
términos que permitan una sola interpretación.
Medible; formulado de manera que su
resultado sea medible en la realidad, de forma precisa.
Observable; que su contenido se
refiera a cosas reales, concretas y que puedan ser observadas.
Contar con
objetivos claros le permite al orador concentrarse en el ámbito propicio para
entregar su mensaje. Así, una vez terminada la charla podrá monitorear y medir
su incidencia. De igual forma, debemos definir el propósito de la charla para
establecer tanto la estrategia como las argumentaciones que en su preparación
vamos a emplear: una charla puede ser para informar, persuadir, motivar,
vender, enseñar, educar, etc. y en función de cada una de estas intenciones
debemos preparar su contenido.
Planifique su
exposición cuidadosamente alrededor de un mensaje básico y tenga en mente ¿cuál
es el propósito de su exposición? El primer planteamiento que debe contemplar a
la hora de iniciar un proceso de comunicación es determinar el objetivo que
persigue, porque éste será el referente a la hora de construir el mensaje (qué
va a decir y cómo), por lo tanto, deberá definir cuál es su propósito.
La mayoría de
las exposiciones tienen uno de los siguientes objetivos:
▪ Informar
▪ Persuadir
▪ Entretener
Analice su
propósito, cuál es su objetivo principal:
¿Lo que desea
es informar? Informar es un acto tanto de dar a conocer, de explicar, como de
informarse a sí mismo. Tienda a enfocar el conocimiento sobre lo desconocido y
reducir la incertidumbre, así como de comunicar conocimientos que permitan
ampliar y precisar lo que ya se conoce sobre cierta materia y, concretamente,
sobre hechos que se producen día a día en nuestro contexto respecto a las
actividades humanas y que son de interés para el público. Se trata de presentar
el tema de forma clara y concreta. Si lo que quiere convencer, deberá resaltar
los beneficios que su argumento tiene para su interlocutor.
¿Lo que
pretende es persuadir? La persuasión es mover a la acción o motivar a un cambio
de actitud, inducir, modificar, mover con razones a creer o hacer una cosa,
cambiando los criterios contrarios del interlocutor; es el objetivo básico y
razón de la educación, la publicidad, la propaganda y las relaciones públicas.
Para promover a la acción o a un cambio de actitud, debe obtenerse el
compromiso del participante al final del proceso mediante un plan de acción.
¿Lo que
quiere es entretener? Necesitará recrear el ánimo de la audiencia para
comunicar su mensaje de manera divertida, chistosa, con ingenio y humor.
Por supuesto,
tenemos que contemplar en todo momento:
¿Quién
recibirá el discurso?
¿Quién nos
escucha?
El
conocimiento de la audiencia nos permitirá, además de integrarnos a ella,
conocer su nivel de información y las nociones que tiene con respecto al tema
que vamos a tratar.
Aspectos
tales como:
• ¿Cuánto saben o creen saber mis
oyentes sobre el tema?
• ¿Qué buscan en mi presentación?
• ¿Cuáles son sus expectativas?
• ¿Cuáles son los beneficios de
escucharme?
No se deben
confundir los objetivos con las expectativas de la audiencia. Si nos enfrentamos
a una audiencia indispuesta a escucharnos, deberemos explicarle, desde el
inicio de la charla, cuáles son las ventajas o beneficios que pueden obtener
escuchando lo que vamos a decir.
Todas y cada
una de las preguntas anteriores son fundamentales para encauzar nuestro
discurso en profundidad, forma de expresión, ámbito, terminología, etc. Si el
nivel de la audiencia es dispar, lo mejor es comenzar con una información
básica lo suficientemente clara como para que todos puedan comprender lo que se
les va a contar a continuación.
Hemos de
tener cuidado para no molestar, menospreciar o perturbar a la audiencia más
entendida, para lo que podremos emplear frases tales como “Como Ustedes
conocen...”, “”permítanme recordarles...”, “supongo que ya saben...”, “como
recordarán…”, etc. Evitando, por todos los medios, frases como “en atención a
los que no saben...”, “para aquéllos quienes no conocen bien el tema...”.
Planificando
la charla.
Al momento de
elaborar su discurso, es bueno tomar unas hojas en blanco para hacer un mapa
con las ideas principales. Parecido a un cuadro sinóptico, vamos colocando las
ideas, una tras otra, primero las generales, luego incluiremos las de segundo
orden ubicándolas dentro de cada idea principal y así sucesivamente, para posteriormente
desarrollarlas al organizar el discurso. Este es el momento de valorar las
ideas, potenciar algunas y despreciar otras.
No debemos
intentar decirlo todo de una vez. Hay que cuidar la densidad del discurso. Si
la charla contiene demasiados puntos interesantes, la audiencia se olvidará de
muchos de ellos. La intervención será más eficaz si seleccionamos un par de
puntos fuertes y los desarrollamos de forma adecuada, con pruebas que avalen
las ideas, aclaraciones de todo lo que creamos necesario, recapitulaciones
frecuentes y un resumen final de lo expuesto.
Pocas veces
un buen discurso es fruto de una improvisación “totalmente imprevista”. Lo
normal es que las improvisaciones resulten buenas en la medida que el orador
tenga, ya sea, talento, experiencia, conocimiento y por supuesto… carisma
(innato o desarrollado), lo que resultará en una “improvisación planificada”.
Cuanto más cosas importantes tengamos que decir y menos tiempo tengamos para
hacerlo, se hará más necesario preparar a conciencia el discurso.
Enfoque del
discurso.
Los
siguientes enfoques le facilitan al orador un esquema mental fácil de seguir a
la hora de presentar su mensaje. Son producto de la experiencia y uso común de
la oratoria en innumerables expertos de la palabra alrededor del mundo:
Inductivo:
consiste en elaborar una alocución partiendo de lo particular hasta arribar a
lo general; del conocimiento de hechos particulares o segmentados hacia el
conocimiento de la regla general. Por ejemplo, si quiero hablar de “El cultivo
de naranjas” (lo general), debo iniciar mi discurso hablando de la fruta
“naranja” (lo especifico), para de ahí extenderme hasta el árbol, la siembra,
el cuidado, el abono, etc., hasta llegar al cultivo. Es como ir armando un
rompecabezas, partimos de una pieza y vamos entregando la formación del cuadro
total.
Deductivo: el
orador empieza por el aspecto general de las cosas para llegar a lo particular;
o también, de los planteamientos y leyes generales hasta los planteamientos y
leyes específicas. Utilizamos este método cuando, por ejemplo, hablamos del
cultivo de naranjas (general), para luego llegar a la fruta “naranja”
(específico). Se inicia un discurso sobre un planteamiento que ya conocíamos
para arribar a conclusiones específicas que quizás desconocíamos. Como en la
visión sistémica, mostramos la visión de todo el bosque y poco a poco vamos
cerrando el enfoque hasta llegar a lo detallado, aquel árbol, con su
individualidad y características antes no contempladas.
Analogías: La
analogía es una herramienta intelectual ampliamente utilizada en los procesos
de enseñanza aprendizaje. Su potencialidad estriba en la capacidad que tiene
para poner en relación conocimientos adquiridos anteriormente (lo análogo) de
los nuevos conocimientos que se quieren integrar. Es el razonamiento basado en
la existencia de atributos semejantes en seres o cosas diferentes. Con este
método ayudamos al público a realizar el siguiente razonamiento; “si dos
fenómenos son similares, en uno o más sentidos, factiblemente serán similares también
en otros sentidos”. Si quiero hablar de “la vida humana” puedo hablar, por
analogía, de “la vida de una flor”, compararla y explicar sus coincidencias,
para hacer más didáctica y amena mi disertación.
Título del
discurso.
¿Cuántas
veces no se ha detenido ante un titular de la prensa o el de una revista, cuya
forma de enlace en las palabras ha llamado su atención o impresionado el
subconsciente?
El título del
discurso es algo que no debemos dejar al azar ni a la buena voluntad de los
organizadores del evento. Inclusive, es la apertura hacia nuestra audiencia y
en muchas ocasiones es la única información que con antelación a la charla van
a recibir los asistentes.
Buscaremos un
título de acuerdo con la audiencia a la que va dirigida la charla. Corto, concreto
y explícito.
Debemos huir
de los títulos tópicos que den la impresión que lo que se les va a contar ya lo
conocen, pero también de los que resulten excesivamente innovadores,
enrevesados y difíciles de entender y, por supuesto, los vagos e inconcretos.
Buscaremos un
título de acuerdo con la audiencia a la que va dirigido, lo más corto posible,
pero lo suficientemente concreto y explícito para que dé una idea de lo que se
persigue con la charla. En la actualidad están de moda aquellos títulos que
resumen o incluyen el objetivo o la finalidad principal de la charla o la
intención final de ésta. Frases como: Sea millonario, cómo triunfar en la vida,
aproveche las oportunidades de... son muy corrientes. Sin embargo, en el ámbito
académico se busca más un título que tenga carácter de enunciado y que permita
un desarrollo concreto y pormenorizado posterior. De nuevo las características
de la audiencia a la que nos dirigimos nos van a marcar la pauta en este
sentido.